El eslabón más importante en la asistencia sanitaria inicial son los cuidados básicos proporcionados por la primera persona que encuentra a la víctima de un accidente. En la mayoría de las ocasiones esa primera persona no es un sanitario y a no ser que ese individuo proporcione los cuidados básicos en ese momento, la víctima tendrá pocas posibilidades de sobrevivir o de quedar sin secuelas.
Por tanto, el socorrista interviene tanto en el aspecto preventivo vigilando posibles riesgos que puedan existir en determinadas situaciones, evitándolos si es posible y estando siempre alerta, como en el aspecto de restauración de la salud al prestar la primera asistencia.
\” Los primeros auxilios son todas aquellas medidas o actuaciones que realiza el auxiliador, en el mismo lugar donde ha ocurrido el accidente y con material prácticamente improvisado, hasta la llegada de personal especializado. Los primeros auxilios no son tratamientos médicos”.
“Son acciones de emergencia para reducir los efectos de las lesiones y estabilizar el estado del accidentado. Y esto último es lo que le concede la importancia a los primeros auxilios, de esta primera actuación va a depender en gran medida el estado general y posterior evolución del herido. Así mismo, son una obligación moral.\”
Es frecuente que ante un enfermo repentino un accidente “se pierdan los nervios” y que como consecuencia, movidos por la prisa, se den actitudes bien intencionadas pero incorrectas. Es necesario hacer sólo aquello de lo que se esté seguro.
Hay que actuar rápido pero con serenidad, manteniendo la calma y transmitiendo la sensación de tranquilidad a los demás y a la propia víctima. Sólo de esta manera, lograremos dominar la situación y evitar el pánico.
Una vez ocurrido el incidente, hay que delimitarla realidad del mismo y sus posibles consecuencias. Dado que prácticamente cada situación será diferente, debemos recordar unas pautas de actuación sencillas, que nos permitan llevar a cabo una labor correcta y eficaz al mismo tiempo.
Deberemos reconocer el lugar exacto del accidente, los peligros existentes y las formas de evitarlos, cómo solicitar ayuda, etc.
Hay que controlar la situación, recordando que mientras no haya sanitarios ni fuerzas de orden público, el socorrista será el responsable de los accidentados y de la situación global que rodea la emergencia.
El riesgo de producir graves lesiones medulares o complicar la gravedad de otras ya existentes nos debe hacer extremar la prudencia en la movilización de heridos, haciéndolo únicamente en caso de extrema necesidad o cuando pueda hacerse con garantía.
Si se intentan hacer demasiadas cosas, se retrasarán otras muy necesarias, por ejemplo el traslado de la víctima que lo pueda necesitar. Nuestro papel no es reemplazar a los servicios sanitarios, sino que se limitará a proporcionar aquellas medidas estrictamente necesarias.
Solamente haremos aquello de lo que estemos totalmente seguros. Así evitaremos maniobras procedentes y, lo que es más importante, vernos envueltos en desagradables reclamaciones judiciales, por responsabilidad civil.
Proteger, alertar y socorrer son las tres fases que debe asumir cualquier persona que vaya a intervenir en una situación con presencia de personas enfermas o heridas.
Hay que adoptar las medidas necesarias para evitar que las consecuencias del accidente se agraven.
Para ello se hace necesario pensar en qué riesgos potenciales pueden amenazar nuestra integridad, la de los que nos rodean o agravar el estado de la víctima, debiendo encargar si es posible a varios testigos el ocuparse de evitar que tales situaciones se produzcan. En caso de encontramos solos, extremaremos al máximo la prudencia, siendo en todo momento objetivos con las medidas y acciones a realizar.
Se protegerá al accidentado velando por su integridad y por su intimidad en todo lo posible, creando para ello una zona de seguridad, donde no pasarán curiosos.
Como primer ejemplo, nombraremos el caso de un accidente de carretera:
Otro ejemplo sería el caso de una persona caída en una habitación donde hay una estufa de butano:
Implica establecer los contactos adecuados por teléfono o por medio de terceras personas para conseguir la ayuda necesaria lo antes posible. De la inmediatez de la actuación dependerá que el accidente se resuelva de una manera u otra.
Siempre se ha de permanecer cerca del herido para emprender las acciones de urgencia necesarias; se pedirá a un testigo que avise a los servicios públicos de urgencias, indicándole a quién debe avisar, cómo debe hacerlo y qué debe decir. Hay que constatar siempre que se ha avisado a los equipos de socorro.
Según los casos, será necesario avisar a los Bomberos ya Cruz Roja para ayuda de urgencia, a la Policía para mantener el orden público, y en caso de existir a los Servicios Médicos de Urgencia.
En este punto es necesario recordar la inminente puesta en funcionamiento en todo el territorio español del teléfono de emergencias \”112\”.
La persona que da la alarma, tiene que indicar siempre:
Actuar rápidamente pero manteniendo la calma. Esta intervención es una acción de responsabilidad e implia estar preparados para hacerlo mientras se espera la llegada del personal sanitario. Si no es así también podemos ser útiles evitando que la gente se aglomere, solicitando iluminación, controlando el tráfico, etc.
No hay que olvidar que un accidente despierta sensaciones de angustia y miedo en quien lo sufre; es importante tranquilizar y dar confianza a las personas, explicarles que se ha avisado a los servicios de socorro y que pronto los auxiliarán.
Se atenderá primero al herido que más riesgo o gravedad presente y/o que más se beneficie de nuestra actuación, vigilando periódicamente el estado del resto de los heridos.
Identificar amenazas inmediatas para la vida
Rápido reconocimiento de las constates vitales (conciencia, respiración, pulso y grandes hemorragias)
Reanimación en caso necesario (RCP)
Prioridades: